La transición verde en el mundo es impostergable, pero abre grandes interrogantes como el equilibrio entre la viabilidad y la eficacia de los proyectos sin sacrificar los márgenes de ganancia, su convivencia frente a otras tecnologías o los impactos financieros y ambientales de su implementación en el corto, mediano y largo plazo.
Recorriendo el abanico de opciones de las energías limpias, uno de los vectores más versátiles y benéficos en procesos difíciles de descarbonizar es el hidrógeno verde. Al ser el elemento más abundante del planeta (el hidrógeno), este recurso se dibuja como un atractivo protagonista de la transición energética porque tiene una eficacia probada en cuanto a sus múltiples utilidades a nivel industrial, además de numerosos beneficios ambientales.
El hidrógeno verde se obtiene gracias al proceso llamado electrólisis, que es impulsado con energías renovables como la eólica o la solar y consiste en utilizar una corriente eléctrica para descomponer, mediante un proceso electroquímico, la molécula del agua en oxígeno e hidrógeno. Este vector energético es un potencial sustituto de los combustibles fósiles y podría reconfigurar el rostro de la movilidad sostenible y de varios procesos industriales —por ejemplo, en la contaminante industria química o siderúrgica—, así como en el ámbito doméstico.
Reducción de pobreza, empleabilidad, así como un desarrollo energético que ayude a cumplir las metas de descarbonización son hoy aspectos asociados a las soluciones reales que brinda este vector energético alrededor del mundo. Actualmente, más de 30 países han incorporado el hidrógeno verde en sus estrategias, abriendo de a poco la puerta hacia un nuevo dinamismo comercial energético. Mientras que la Unión Europea se encamina de forma inminente a ser un mercado clave, regiones como África, Medio Oriente, Oceanía y América se perfilan como líderes futuros.
De acuerdo con estimaciones de la Organización Latinoamericana de Energía, el 59% de la generación de electricidad en la región proviene de fuentes renovables, lo cual se traduciría en un desarrollo económico y social importante si se aplican las políticas públicas pertinentes. Ejemplo de esto es Chile, país que puede producir hidrógeno verde a menor costo, en mancuerna con un compromiso institucional por cumplir con los desafíos de descarbonización para el año 2050.
La oportunidad de México
Pese a que aún existen desafíos que disminuyen su adopción, tales como costos de producción, almacenamiento, seguridad y despliegue de infraestructuras, el perfilamiento del hidrógeno verde como combustible del futuro ya se encuentra en camino, incluso en países como México, en donde se ha proyectado su potencial, aunque todavía no hay una planta de hidrógeno verde en funcionamiento.
“México tiene un gran potencial porque hay grupos industriales que usan hidrógeno como materia prima. Tenemos muy buen recurso eólico y un excepcional recurso solar. Con todo esto, seguro que en un futuro podremos materializar proyectos de hidrógeno verde en el país”, afirma Luis Estrada, director del Negocio de Renovables de Iberdrola México. Grupo Iberdrola es puntero mundial en hidrógeno verde, gracias a plantas como la de Puertollano (Ciudad Real), que inaugurada en 2022, es actualmente la mayor de este tipo para uso industrial en Europa.
Para el año 2030, la agenda para el desarrollo sostenible de la ONU plantea una estrategia de acción común, con 17 objetivos y 169 metas comprometidas —entre ellas climáticas— encaminadas a promover el bienestar de las personas bajo los principios de inclusión y sostenibilidad, enfatizando la participación conjunta y coordinada de todos los actores involucrados (sector público, privado, sociedad civil y academia).
Ante este escenario, Enrique Alba, CEO de Iberdrola México, destaca que con el paquete de soluciones que llaman Smart Solutions (hidrógeno verde, calor y frío eléctrico, así como de la movilidad eléctrica y de la fotovoltaica distribuida) se pretende eliminar el uso de combustibles fósiles y sus efectos nocivos, historia en donde también la tecnología y la digitalización juegan un papel determinante.
Fuente: El pais